5.3.07


OaXaCa SaLeRoSa

Me reencontré con Zipolite. El que yo conocía. Y hasta ahora descubrí Pochuta. A la que siempre había pasado de largo. De de las tres veces que había visitado la Playa nudista de Zipolite, la última vez fue decepcionante. De entrada ya no encontré a los taxis que siempre te llevaban desde Pochutla vía Puerto Angel. Esa vez tuve que trasladarme en una "viajera", una troquita con redilas que carga a la gente como ganado. Llegamos a una zona de Zipolite que me pareció totalmente desconocida. Nunca localicé la cabaña a la que siempre llegaba y que fue testigo de mis mejores alucines con mota. Finalmente me quedé en otra choza, bien, trepada en un segundo piso, con vista al mar. No faltó la cerveza, la mota, y la música; pero faltó la esencia de Zipolite, el regocijo de volver a vivr lo ya gozado. Me pareció un lugar extraño, corrompido como a todo lo que le llegamo el crecimiento y la inversión.Pero con esta última visita me reencontré con la esperanza. Llegué al mismo punto donde solía dejarme el taxi en mis anteriores visitas (tengo un pésimo sentido de orientación y si no caigo algún punto de referencia elegido, nunca me "hayo". Eso me pasó la vez anterior) y ahora sí me sentí en "mi Zipolite". Cierto, ya no pude quedarme en mi cabaña de costumbre, pero igual fue gratificante la elegida. Lo que me dió la nota esta vez, es que, a diferencia de siempre, esta vez no llegaban los lugareños a ofrecerte alguna droga. Es más, batallé un buen para conseguir hierba. "No... yo no sé, ni vendo.... nomás traigo una para mí, es consumo propio"... "No... aquí no se vende eso... quién te dijo...."... "Yo tengo mi tienda... qué necesidad tengo de andar vendiendo eso....". En fin, fue una yunkie ardiente y necesitada, que no tenía ningún empacho en bajarse los calzones y ponerse a mear frente a mí; con el short a media nalga enseñándome su culito todo el tiempo, y con la que tuve que atravesar aguas pantanosas; la que finalmente logró conectarme. Pero no fue fácil, hubo que convencer a varios de sus conectes que se hacían los "occisos". Ya entrados en confianza fueron a traerme 50 pesos de una olorosa y verde mota, que he hecho rendir como puedo en el D.F. arrepintiéndome de no haber traído más (pero están cabrones los retenes). Zipolite... de nuevo te encontré... Y ahora sí con ganas de volverte a ver...
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Pochuta siempre había sido para mí sólo un lugar de paso. La escala para llegar a Zipolite. Esta vez también lo fue. Pero un poco más de tiempo, me permitió vivir algo de sus noches, con el clima candente, con sus prietas chulas (porque también hay prietas chulas, y sólo horribles como me ha tocado conocer), flaquitas tetonas, culitos parados, y una mirada y sonrisa que destilan savia de bendita flor vaginal. Las piernas me ardían quemadas por el sol oazaqueño, pero aún así pude disfrutrar de su plaza multicolor. Busqué un rincón para untarme una pomada en las piernas, era una Iglesia, y afuera, en un pequeño altar, una muchacha lloraba desconsolada frente a la imagen de no sé que Santa. El llanto de la morra se oía varios metros a la redonda, pero yo esta más atento a los suspiros de una parejita que agasajaba como a 10 metros de ella. Ah Pochut la, a la prometo gozarte un poco más...

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