19.3.07


HUIR DEL CAOS


La cuestión es huir del caos, del Distrito Federal. Pero no caer en los lugares de provincia llena de turistas, y chilangos. Para eso mejor me voy a Xochimilco, Tlalpan o Coyoacán. Mi idea es algún pueblo de Hidalgo o Tlaxcala, pero no a las capitales.. Cuernavaca o Tepoztlán no son opción, llegar a los tumultos, !asco!. Es sábado y llego a la Central Camionera de Tapo, no sé ni a dónde ir. Recorro todos los mostradores de las líneas de autobuses y hasta checo algunos mapas. Todavía no tengo ni idea. En un cartel promocional de una línea que en mi vida había visto se promocionan las salidas a varios destinos en Tlaxcala, cuatro o cinco. A uno de los empleados "gritones" le pregunto cuál de los destinos me recomienda, explicándole que quiero un lugar tranquilo, pequeño, sin turismo. Me describe las características de cada lugar, me dice que lo más indicado para mí es Tlaxcala (la capital) y Tlaxco, que es un pueblo de rancheros, así dijo. "Ese ni se lo recomiendo", me dijo de no sé que lugar, dándome a entender que estaba lleno de gente. Me decido por Tlaxco, 99 pesos el boleto y paso a la salita de espera de la línea Atah Ejecutivo. Los pasajeros no tienen nada de ejecutivos ni "nices". Nunca veo las películas que pasan en los aviones o autobuses, siempre son una mierda. Me llama la ocasión que esta vez es diferente, inusual, pasan tres películas de Vicente Fernández, de esas buenas, las de los setentas, cuando salía con Lucía Méndez, Blanca Sánchez y todas esas actrices chulas de antaño. De todos modos no las veo, prefiero lo de siempre, ir oyendo mi discman con música de Juan García Esquivel (sublimes acordes acompañando los paisajes que veo por la ventanilla), jazz cubano, boleros de los cuarenta; y de vez en vez unos traguitos de mi mezcal.


Voy sin rumbo


Casi dos horas de camino, pasamos por Apizaco, veo una ciudad grande, no me gustaría. A los pocos minutos el autobús se detiene brevemente en una calle donde se anuncia "Posada Tlaxco", pero no, no creo que ya sea aquí mi destino. Sigo viendo el camino, chin!, veo muchos comercios que hacen referencia a Tlaxco, chingada madre! ¿qué ya me pasaría?, pero el camión no se detuvo en ninguna central. Sigo a la expectativa. En la madre, no se si apenas voy o ya pasamos Tlaxco. órale, ya valió, creo que ya me pasé. Pero el paisaje que veo me reconforta, estamos en la sierra, me encanta la sierra, es lo que más me gusta, me extasía y me relaja. Pero sigo medio atolondrado. Sí, me pasé, el próximo pueblo es Chignahuapan, no sé ni de qué estado. Luego veo que es Puebla, en la madre, ya salí de Tlaxcala en dos por tres. Alcanzo a ver que Chignahuapan es un pueblo pero medio saturado de gente, pero locales, no turistas, y alcanzo a vislumbrar una que otra morrita de buen ver, como me gustan, no están mal las viejas. Pero igual el stop es súper breve, ni chanza de pensar qué hacer. Otra vez el autobús toma carretera y siento que ya no sé ni a dónde voy, casi van a ser las seis de la tarde, hay mucha neblina, están muy nublado, son casi cuatro horas de viaje (el plan era de dos horas y media), me pasé varios lugares ya, lo que quiero es que el autobús haga una parada y como Tlaxco ya quedó muy lejos de perdida regresarme a Chignahuapan. Por fin, el autobús hace su última parada, llega a una terminal, no sé ni dónde estoy. Después me entero que es Zacatlán, supongo que ha de ser el mismo lugar donde estuve brevemente el verano pasado, Zacatlán de las Manzanas, pero lo que veo ahora no se le parece en nada, no veo su inmenso reloj de flores en el centro de su parquecito, claro, aquí debe ser las afueras del pueblo porque un tipo dice "tenemos que tomar micro hasta el centro". Me encamino hacia una taquilla para comprar un boleto de regreso, leo cuidadosamente el nombre para pronunciarlo bien: A Chignahuapan. 8 pesos el boleto. De pura chiripa atino a bajar en la calle principal de este pueblo. Perdido, sin rumbo, como tantas veces he llegado a tantos lugares.


Dónde he de caer


Camino y camino buscando un hotel. Veo dos pero no quiero caer en el primero sin ver más opciones. Ya ha oscurecido, empiezan a cerrar algunos negocios, y apenas son las 7:30 de la tarde y por el apresuramiento de la gente pareciera que es más noche. Llego a un hotel cerca de la plaza de Chignahuapan, es como un patio con cuartos alrededor en el primer y segundo piso. Me dice que son 50 pesos de entrada, demasiado barato, eso no puede ser confiable. Me pide mi nombre y de dónde vengo, pero ni apunta nada. Otro viejo me conduce a mi aposento, escaleras arriba. Valiendo verga, este lugar es peor que los hoteluchos de paso de "la coahuila". Un cuarto paupérrimo, sin baño adentro, pregunto por el mismo, y el viejo que dice que dónde está, tengo que deslizarme por un pasillo largo y oscuro con piso de madera, y en efecto llego hasta donde hay varios excusados, pero no hay regaderas, dónde chingados me voy a bañar. Además no traigo toalla ni jabón y no me han dado. Solamente hay en el cuarto una camita dada al catre, un bacín !sí!, una bacinica para mear, y una mesita enclenque. No hay nada más. Y lo peor, no me han dado llave, que cada vez que salga y regrese le tengo que avisar al viejo velador para que mi habitación. Me resigno. No puedo resignarme, me decido a decir que no puedo quedarme, me cuesta trabajo convencer al hotelero, alega que ya hizo la nota y puras mamadas que son una falsedad, dizque no puede regresarme el dinero. Le digo que de perdida me regrese la mitad, finalmente lo convenzo y salgo de allí, más vale perder 25 pesos que quedarme en ese suplicio psicológico. Y otra vez la chinga de buscar hotel, ya ví uno que está más o menos bien pero del que rehusé primero por imaginarmelo caro, pero si uno costaba cincuenta supongo que este no debe estar tan caro. Veo dos más, uno de 200 pesos y otro de 180. Mucha lana nomás para pasar una noche. Y así me la llevo un buen rato buscando hotel, entre mercados que empiezan a cerrar, gente que va a su casa. En una callecita veo una palabra que se me quiere figurar que es hotel, pero tiene varias letras borradas. Sí, resulta que es el hotel Maya. Llego y cuesta cien pesos, sin tele, perfecto. Estaba dispuesto a pagar hasta ciento cincuenta pesos. De entrada me dan toalla, jaboncito de la rosa y papel del baño, eso está bien. Pero no me dan toallla, como que eso es costumbre en este pueblo, qué raros son. "Pero voy a estar entrando y saliendo", argumento. "No hay problema, nomás empareje la puerta", abráse visto, dizque el velador estará atento a toda hora. En fin, lo bueno que ya encontré donde pasar la noche, el cuarto es grande y hasta alfombrado está.


En este pueblo no hay ladrones



Ahora salgo a buscar algo de comer, exactamente pollo asado, como lo hago en todas partes. Siempre me pasa que al pasar en el autobús veo lugares donde vende pollo asado (son mi debilidad) y a la hora de buscarlos a pie ya no veo nada. Hay varios lugares donde venden pollos rostizados pero nada más para llevar. No quiero tragar tacos, con los del DF ya estoy harto, pero no hay muchas opciones. Lo que veo que veo es que hay muchas panaderías, pastelerías y farmacias. Como que el pan es una especialidad aquí, yo que me compro un gansito para el hambre de la madrugada. En un súper unas morras me ven y cuchichean. En el marque como que una nativa me coquetea. Para pistear más noche sólo descubro dos bares, "El trece Negro" y "La Sucursal". Termino echándome un pozole, mmm, rico. Para rematar, y sobre todo para hacer tiempo, a la salida del restaurancito me echo tres tacos de cabeza de puerco, también están buenos. Me voy a la plaza para seguir haciendo tiempo y no llegar temprano a esas cantinitas que aún advierto solitarias. En la plaza me divierto viendo cómo los gueyes del pueblo que tienen carros dan vueltas y vueltas alrededor de la plaza, dando arrancones y con música naca a todo volumen para impresionar a las viejas, que ni hay. Me caga tanta naquez, la mayoría traen puros carros jodidos y se creen juniors soñados. En fin, por eso Dios no le da alas a los alacranes. Pasando las 9:30 de la noche considero que ya es tiempo de irme a echar unas cervezas. Malas noticias. En "La Sucursal" nada más está el cantinero y otro acompañante, ni un alma. En el "Trece Negro", nomás un guey y una morra, su novia creo, en la barra. Para entrar solitario a pistear y que me estén viendo como ser extraño ni madre. No hay más opción que irme a mi cuarto de hotel a dar cuenta de mis churritos de mota.


El diablo anda suelto


Le doy jalones a mi cigarrito de mota. Y empiezo a disfrutar las letras de las canciones de baladistas de los setenta (Albert Hamond, Elio Roca, José José, etc). Son intensas las letras, se las recomiendo. La marihuana me pone sensible y la poesía me fluye, como siempre. Pero no sé por qué ahora me empieza a invadir el pánico, la cara del diablo se me empieza aparecer una y otra vez. Trata de desviar mi pensamiento hacia otras cosas, con las letras de las canciones se me aparecen las figuras de gente querida: mi ex Miriam, mi mamá, mi amiguita de la ibero Adriana; incluso desfilan vertiginosamente todos los amigos de los últimos años y meses, pero no logro disipar la cara del diablo que se me aparece una y otra vez. Y empiezo a imaginar que estoy en un hotel muy raro, que la gente de Chignahuapan es raro. Además ya es de madrugada (había dormido un rato y desperté como a la 1 am) y está lloviendo mucho y hace frío. Lo había aminorado poniendo el pantalón y doblando por la mitad la colchoneta. Pero tengo miedo. Estoy temblando un chingo, no sé si la mota me ha caído mal o es el frió -que ya no siento- el que me hace temblar tanto. Tomo agua para haber si me aliviano pero nada. Creo que me va a dar un infarto. Lo siento. Me da cosa. Estoy muy tembloroso y asustado. Cambio de música, prendo la luz, la vuelvo a apagar, hago toda suerte de cosas para haber si me tranquilizo. La mota, lo sabemos, provoca hambre, y devoro mis platanitos asados, los rufles y el gansito. Tomo más agua. Esto tiene que pasar. Pasa. Ya empiezo a disfrutar las canciones como siempre, como es lo normal, sin ver diablos. Me duermo rico.


Esto es lo mío


Por supuesto con la luz del día se descubren otras cosas. Camino placenteramente por las callecitas con casas. Enfilo por la carretera a las afueras del pueblo. Me encuentro con el campo verde medio seco, el vientecito y las montañas; los típicos paisajes y clima de la sierra que tanto me cautivan. Me siento en una piedra y me entrego a la naturaleza, aislado, siendo viendo pasar los carros por la carretera pero que no alteran mi total relajación, que trae a mi memoria momentos similares: Tendido en un santuario de peyote en la Sierra Tarahumara, mi jeteada en una banca de parque en la placita de Huatulco, sentado en la cúspide de la Acropolis en Atenas, dormido en el pasto en un rinconcinto en San Cristobal de las Casas cuando unos niños dijeron "mira un borrachito", en el cemento fresco de la playa de Colonia Uruguay, en la garita Ciudad-Juárez-El Paso tirado en el cesped con la niña que me gustó un buen trecho de la primaria. Hacia el mediodía sigo caminando y conozco más de Chignahuapan: La Iglesia, la gente, los turistas, de los cuales yo no distingo razgos diferentes a los nativos, son iguales en el físico y la vestimenta (deben ser turismo regional) pero noto que son visitantes en sus actitudes y comentarios. Veo que hay señalamientos turísticos que indican hacia dónde dirigirse para llegar a las aguas termales y el lago. Pregunto a un chamaquillo que está muy bien informado y me indica dónde tomar un camioncito "que lo lleva gratis hasta allá". Y ahí estoy haciendo fila con más gente, no sé ni a dónde voy, se me hace raro que sea gratis, no sé si tendré que pagar a llegar, es obvio que es negocio, que nos han de llevar a un balneario en especifico. Pero ahí voy. Algunas gentes se bajan antes, a esos sí les cobran, hay un letrero: "Intermedios 3 pesos". Para ser gratis la condición es ir hasta el balneario. El camino es lindo, entre paisaje medio boscoso y acantilados. Las aguas termales no son más que albercas en un complejo turístico, cobran 70 pesos por persona, no entro porque me queda poco tiempo y no traigo traje de baño. Pero ver y disfrutar el entorno ya es de por sí agradable. Regreso a Chignahuapan para enfilar rumbo a Tlaxco.


Ya vamos llegando a Tlaxco


En Tlaxo de nuevo camino por sus callecitas. Me gustan los callejones y esas viejas construcciones pintadas con colores llamativos. Me estaciono por más de una hora en la plaza del pueblo. Veo a las familias, a las parejitas, a los niños, a los vendedores. !Cómo tragan los mexicanos!, de todo, churritos, nieves, paletas, palomitas, y unos chicharrones enormes a los que les echan un chingo de cosas que no alcanzo a ver pero que la gente devora con pasión. No decido si comprarme uno o no, no se me antojan mucho pero no quiero quedarme con la duda. Compro uno, al chicharrón le embarran crema o mayonesa, luego le echan lechuga, unas rebanaditas de tomate, cueritos bien picados, salsa Valentina y limón. No es la gran cosa pero no me quedo con la intriga. Ya no hay mucho que ver en ese parque, una que otra morrita de buen ver que llega a pasar, pero no es tan rico el surtido. Voy a buscar algo de comer, pollo asado, qué ganas tengo de pollito asado, o ya de perdida rostizado. Hay alguno que otro comercio pero sólo venden pollo para llevar. De tacos estoy hasta la madre. Debo irme, no hay autobus hasta México, de acuerdo, tendré que hacer escala en Atizaco, ahí comeré, recuerdo que Atizaco ya es una ciudad, más aglomerada, seguramente ahí sí encontraré pollito asado.


VOLVER


Busco y busco y no hay pollo. Bueno sí, rostizado, pero nada más para llevar, y está barato, 25 pesos el pollo, y huelen bien, pero ni modo de irmelo tragando en el camión, que pronto saldrá, además no sé ni qué lugar me tocará. Lo que hay muchos son tacos, pero me asquea ese olor a grasa que en todo el DF me lo encuentro. Es el atardecer del domingo, la Plaza de Apizaco está hasta la madre, hay buenas nalguitas, y mucho naco, se divierten, está bien. No hay mucho que fotografiar, salvo la Iglesia que me llama la atención, es gótica, está majestuosa, y en Atizaco, quién lo viera. Sigo buscando pollo, de plano me quedaré con las ganas. En un pequeño changarro por fin encuentro algo que no son tacos, son quesadillas, me trago dos, una de chicharrón y otra de hongos, a la primera ya estoy casi lleno, están muy grandes. La segunda me la como casi a guevo, además llego toda una familia, con dos hijas de muy buen ver, pero me siento agobiado con tanta gente en tan pequeño espacio. Enfilo rumbo a la central de camiones. Saldré a las 7:21, tengo tiempo de ir por unas cervezas bien frías que disfrutaré tanto en el camino. Compro una Modelo, llego y mi camión está a punto de salir, soy el último al que esperan, sólo queda un lugar, acompañado de una señora gorda que duerme, !valiendo madre!, yo que quería escoger mi lugar, hasta atrás y ventanillas, sin vecinos de ser posible, Ni madres, no hay opción, viajaré así, me chngo anhelate la cerveza, me pongo mis audifonos, me quedo jetón y a la hora ya estamos en el DF, se nota en el tráfico, se vino super rápido el autobus, se hace más tiempo en atravesar el tráfico de este infierno de ciudad . Ni pedo, estoy de nuevo en el caos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se escribe y pronuncia Apizaco! no Atizaco!
Ponte las pilas mi buen!.
Buena tu narración.

Juan Carlos Dominguez dijo...

PUes si lo escribí bien... !chingado!
Gracias.