5.3.07




Desde el D.F.
(2)

PoSaDa PoLaNCo

Todo el departamento de Polanco es para mí solito. Pero eso vale madre. Es domingo, y como tal, es un día tristón. Además, los fines de semana me dejan en ayunas, tengo que procurarme mi propio alimento (exactito como lo hago en Tijuana). Como hoy no hay que ir a la Universidad, mi servicio de hospedaje no incluye ni el desayuno ni la cena ya listos en la mesa. Necesito papel sanitario; la señora de la casa me dijo que yo gastaba mucho papel, así que compraré mi propio paquete, pasta de dientes, un aerosol contra el encierro de mi habitación y algo de comida chatarra. En el D.F. me he tenido que desacostumbrar a andar en carro para todo, así que no me desagrada caminar como diez cuadras por todo Homero u Horacio -siempre se me olvida cuál es el nombre de la calle- hasta llegar a "Superama". Además, es hasta cierto punto agradable caminar por las calles tranquilas de una zona nice y encontrarte a las chavitas que sacan a pasear a su perro, las que salen a correr a los parquecitos, o incluso aquellas que andan con la familia enloquecidas en día de compras en "Liverpool", que lo tengo a tres cuadras. No comeré en ningún restaurante de Polanco, sale caro. Regreso al departamento a dejar las cosas. Salgo de nuevo a la calle para tomar el micro rumbo al metro Sevilla, a comerme quizás una orden de pollo rostizado de esos que venden por ahí. Pero es domingo, no pasa ningún micro (el micro son como las calafias en Tijuana). Ni me atormento. En la esquina de "Liverpool" ví que pasan otros micros, tomaré uno, chingue a su madre, a dónde vayan. Okey, van al metro Chapultepec. Llego a las afueras del famoso parque. !Vaya, aquí sí está el pueblo! Pero igual soy un inadaptado en todas partes. Hay puestos de discos piratas, películas, venta de mil chucherías; de tacos, tortas, pollos y toda clase de fritangas. Ya estoy aquí, habrá que comer de lo que nuestra delicatesen comida mexicana nos ofrece. Antes me hago guey en una esquina donde la gente espera el pesero: Hay una chava con un pants rosa, la tela es delgadita y se le marcan todas las pantaletas, y con ellas su exquisito culo. !Viva México cabrones! Me estoy ahí un ratito hasta que sube a su transporte. Luego voy y vengo, buscando algo que comer. Pura grasa a más no poder y todos se pelean, hacen antesala para consumirla. En una pollería pido dos tacos de pollo, que no es otra cosa que un par de tortillas con un pieza entera de pollo rostizado. 4 pesos cada taco. No pido más porque se les acabaron las tortillas. Busco algo más para acabar de llenarme. Entro a una fonda y pido dos gorditas (7 pesos cada una), de requesón y chicharrón. La mesera está chulita. Llega una morra naquísima, con cinturita de avispa, delgadita y tetona, y acompañada de un cabrón de lo más najallote. Todo forma parte del menú, como las cucarachas que se pasean frente a mí en la pared que me da en la cara mientras disfruto de mis gorditas. !Ya, basta!, no me gusta "agentarme" (a pesar de las decenas de naquitas re buenas que andan de paseo por la calle y las que se aglomeran en el metro). Una sola estación: Chapultepec-Sevilla para tomar el micro que me lleva rápidamente a mi temporal guarida. Los chilangos son un caso: en el radio del "pesero" vienen tocando a todo volumen "ponte atento, po po ponte atento", de Caló, el primer grupo de rap en México (!neta!, lo decía Raúl Velasco). De pasada llego al Oxxo para comprar algo de cenar, lo típico de estas "tiendas de conveniencia" (en mi clase de Publicidad aprendí que así se les llama): Una bolsa de "Paparinas" (papitas disque sin grasa), un sanwichito partido en triángulos, un paquetito de sincronizadas para calentar en microondas, unas "Chocoretas", y un par de botes de cerveza "Sol". Lo de las cervezas es un caso. Regularmente tengo que meterlas escondidas e igual sacar los botes vacíos en mi mochila. La sexagenaria dueña de esta casa me advirtió que nada de pistear ni coger bajo este techo. Bueno, no me lo dijo así exactamente, sino "nada de meter alcohol y, mucho menos niñas". Ni pedo. Pero hoy estoy completamente solo, la susodicha ñora anda en Querétaro y la otra reportera que también se hospeda aquí anda en su casa en Puebla (ventajas de vivir tan cerca del D.F. y escaparse el fin de semana). Así que estoy solo en este departamento a todo lujo de Polanco; bueno, realmente estoy solo en esta ciudad, de más de 20 millones de habitantes. Me siento como un decadente pobre niño rico.
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Un mes después:
Empiezo a mamar y explotar el D.F. Pero me faltará tiempo -y guevos-.

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