26.2.07

Mundillo Cooltural
* La Sierra Tarahumara
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Puedo presumir de poseer la facultad del asombro, para disfrutar y fascinarme lo mismo en la Acrópolis de Atenas que en las cuevas tarahumaras; entre los rascacielos de Nueva York o en la playa nudista de Zipolite; en el "glamour" de La Jolla o en la cachondez de Veracruz; en Londres o Guadalajara; en Frankfurt o Oaxaca; Rosarito... La Paz... No es presunción la mía, lo digo porque !caramba! hay cabrones que son felices sin salir de su esferita de cristal. Juro que conozco a quienes han ido a Disneylandia hasta dos veces por semana, y a otros cuyo fin de semana ideal es pasárselo en los almacenes de Horton Plaza o Fashion Valley. O ya de plano en WallMart. Parece una frase hecha pero: No hay nada mejor que viajar. Y no es cuestión de ser rico, como le he oído protestar a algunos tontos (además de que con el mismo argumento justifican todas sus desgracias). Es cuestión de tener amplitud de perspectivas, de sacudirse un moco lo que a veces dPero... !Chingados!... Por ahora no los abrumaré más. En otra ocasión les seguiré contando de la Sierra Tarahumara y Creel... De sus raros comercios, de sus simpaticos cochis (perros), del peyote, de la mafia y la magia, de sus valles encantados. De todos esos "algos" que ya no sabemos que existen porque estamos bastante ensimismados en la cloaca citadina. eriva en mediocridad tijuanera.
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Todo el choro anterior (qué chilango me oí) viene a propósito de mi estancia por un mes en Creel (Chihuahua), un pueblo de 7 mil habitantes que es la puerta a la Sierra Tarahumara. Para llegar ahí lo más recomendable es trasladarse en autobus hasta Los Mochis y de ahí tomar el tren Chihuahua-Pacífico (!Sí!... todavía existen los trenes en México. Esta es la única línea sobreviviente y funciona básicamente para fines turísticos). El espectáculo que se puede apreciar desde el tren es el que solamente te puede ofrecer la Sierra Madre Occidental, las Barrancas del Cobre: Urique (la barranca más profunda de México), Batopilas (un pueblito ubicado en un cañon siempre caliente, aunque arriba esté nevando), La Sinforosa, Huápoca, Candameña, Oteros, Cobre, Chínipas. En fin, no pretendo hacer aquí una guía turística y atiborrarla de nombres raros que no me aprendí. Pero todo el escenario implica enormes cascadas, cavernas, ríos, lagos, aguas termales, bosques (pinos y pinos que parecen forman longitudes oceánicas de un verde oscuro que parecen no tener fin), montañas. La biodiversidad es inaudita y el colorido, su plástica, obviamente es impresionante. No necesitas fumar nada.
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Sin cine ni discotecas o centros comerciales (pero pues ni me hizo falta la tele, ni el internet, ni el celular, !vaya! a veces ni el pisto), el mejor atractivo de Creel es la magia de la naturaleza que lo rodea. Por algo su turismo es mayormente europeo, sobre todo "mochileros" dispuestos a largas caminatas o a pedalear kilometros y kilometros por brechas inhóspitas o carreteras (en excelente estado, casi "cherrys"), a trepar montañas (se me deshicieron los zapatos), a explorar. En contraparte, también llega turismo pudiente que paga tours caros a "guías" muy malos (simple choferes que no saben ni el inglés de folleto). Durante el verano las pocas callecitas de Creel se ven aglomeradas porque se festejan torneos de deportes extremos. Otra buena temporada es el invierno (para los que soportan temperaturas alrededor del cero, yo no sirvo para eso), en las nevadas, cuando las diferentes tonalidades del verde de los millones y millones de pinos, el intenso azul del cielo y aguas, y los rojos y amarillos candentes de sus florecitas, todo, todo, se cubren de un blanco como peluche de oso polar. Pero, insisto, lo malo es lo helado del clima (en todas las casas y negocios hay calentones de leña, combustible baratísimo porque lo tienen en abundancia), pues estamos hablando del territorio de mayor altura sobre el nivel del mar en toda la república. Lo triste es que la belleza sin par de estos escenarios, converge con el de los cuadros de la miseria -y suciedad en muchos casos- de las comunidades tarahumaras, de los rarámuris que viven en cuevas o cabañas de madera o piedra; sobreviviendo como el cliché turístico o souvenir en lo que los han convertido (cuando miraba en las tiendas reproducciones de tarahumaras en miniaturas, con un letrero que decía "monitos", me preguntaba que sentirían. Imáginense llegar a las curios de TJ y vernos nosotros "clonados" para consumo gringo).
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Para enloquecer. Es increíble cómo puede haber tantas chamacas mestizas tan chulas -casi todas- en un pueblo tan pequeño. En ese sentido, desde mi estancia en Grecia no había padecido tantos sobresaltos. Tantas pulsaciones en el bajo vientre. En Creel ves venir a un grupo de 3 ó 4 morritas y las 3 ó 4 están re'bien, ninguna hace "tierra". El acabose es cuando en una acera ves venir a una bolita, luego otra por la calle de enfrente... y así !todas al mismo tiempo!... !y todo el pinche día, cabrón! La chavitas son indistintamente morenas o güeritas; delgadas, altas, con tetas sobresalientes (sin exageraciones, no estoy diciendo tetonas), caderoncitas, las nalguitas redondas y paraditas (!mmmmmm! !aaahhhhggg!), de rostro hermoso (y las que no de todos modos tienen un cuerpazo). Esas serranitas tienen un porte especial, pueblerinas pero no nacas. Hasta al último grito de la moda andan. Exquisitas. Como en todas partes, en Creel la cantidad de mujeres es mucho mayor que la de los hombres. Y ahora que menciono a los batos, diré que éstos son malencarados (¿será porque están más cerca de Sinaloa que de la capital chihuahuense?) y tienen fama de violentos, pleiteros. Las mujeres deben tener las mismas características pero ellas las encauzan en otros asuntos: En los de la pasión... la alcoba... el amor... (!Oh!... Angelica... Eres uno de esos encuentros que uno le atribuye al azar pero en el que finalmente terminas aceptando que fue Dios quien metió la mano).
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Las tarahumaras son otro caso. Contrario a lo que se pudiera pensar, o yo pensaba, no todas son feas. Y ni por qué envidiar a las mestizas de Creel. Entre las jóvenes hay unas que conjuntamente a su piel de bronce guardan facciones finas, caras bellas. Y bajo las varias faldas que se enjaretan (en son de burla las llaman "las repollitos", por las varias capas de tela que hay que deshojar para llegar hasta su cuerpecito) esconden cuerpos delgados, piernas duras, senos apetecibles, y una particularidad muy seductora: Todas... toditas... son lampiñas del pubis. Usan varias faldas pero no calzones. Aunque por tradición no nos quieren a los "Chabochis" (mestizos o blancos) sí es posible "brincarles". Sin embargo cuesta un buen porque son mulas como ellas solas, te hablan de pérfil y te contestan con monosílabos. La verdad es que les gusta ser tratadas con un poco de violencia. La conquista es a partir de arrojarle piedritas, pegarle unas corretearlas y tumbarlas (tumbarlas al suelo, nada más, no madrearlas). La mejor oportunidad es en una "tejuisnada" (el tesjuino es una bebida a base de maíz, que con un sólo traguito ya te tambalea), especie de "peda" donde los hombres tarahumaras se pierden en el limbo y las hembras rolan a su libre albedrío.
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Pero... !Chingados!... Por ahora no los abrumaré más. En otra ocasión les seguiré contando de la Sierra Tarahumara y Creel... De sus raros comercios, de sus simpaticos cochis (perros), del peyote, de la mafia y la magia, de sus valles encantados. De todos esos "algos" que ya no sabemos que existen porque estamos bastante ensimismados en la cloaca citadina.

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