a la larga, los rayos del sol nos absorbían en una irrealidad acorde con nuestro malestar, con nuestro impotente deseo de estallar, de estar desnudos. Con el rostro contraído por efecto del sol, la sed y la exasperación de los sentidos, compartíamos aquella delicuescencia retardada en la que los elementos ya no engranaban
lo que siguió se produjo sin transición e incluso vínculo aparente, no tanto porque las cosas no estuvieran relacionadas, sino porque las presencié como un ausente
del ojo
lo que siguió se produjo sin transición e incluso vínculo aparente, no tanto porque las cosas no estuvieran relacionadas, sino porque las presencié como un ausente
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