8.1.08

ella tiene un aire salvaje, concentrado y ausente. por entre las cobijas y sábanas que la protegen del frío se adivina un cuerpo presto al placer. un placer cargado de esencias, aromas y remembranzas de las tierras donde los grandes ríos descienden hacia el mar inmóvil en el calor de las tierras bajas. canta, a veces, la mujer; canta con una voz delgada como el perezoso llamado de las aves en las ardientes extensiones de la llanura. el sexo le brota, al final de los muslos, sin vello alguno que lo esconda. ella me mira con una vaga somnolencia vegetal y altanera. sus pechos son deliciosos y erectos. recorrer sus muslos es hasta entonces un placer desconocido que invade como una fiebre instantánea, como un delirio implacable. ahí estoy, pegado al cuerpo de húmeda tersura, a la piel obediente a las delicias. toda ella despide un aroma agridulce, entre frutal y felino. las mujeres no mienten jamás, de los más secretos repliegues de su cuerpo mana siempre la verdad. esa mujer viene desde otro tiempo
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alvaro mutis/jcarlos dguez.

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