3.3.07


Desde el D.F.
(1)
Te subes al metro por la mañana y te das cuenta que este país no tiene remedio. No hay nada que hacer por México. Cientos de desarrapados durmiéndose (tienen que salir de su casa dos o más horas antes para llegar a tiempo al trabajo), otros muchos, muy entrados en la lectura de "El Gráfico" (chingue a su madre La Jornada o Reforma, que finalmente están circunscritos a una élite de lectores), un periódico de infima categoría, que por dos pesos te da todo un recuento de la nota roja, de la farandula y, claro, del futbol (aberrante enajenación del mexicano). Hay que acostumbrarse a correr por los andenes, a los empujones, al ir y venir de un metro al micro de un micro a otro. Las chilangas, creo (las proletariadas claro) se han acostrumbrado al agasajo y restregones desde su más tierna edad en el trajineo del transporte público. Ñeros adormilados y babeantes, rostros de nuestra cultura de bronce, obreros-maleantes en potencia con su torta de tamal o de chorizo pegándotela en la nariz... Pero en fin, todo este panorama asfixiante, deprimente, frustrante; se transforma. Me reconforto de todo ello cuando llego a mi clase de Teoría y Técnica de la Entrevista -de la carrera de Psicología-, para estar rodeado (literalmente, porque las bancas están en círculo) de 18 muñequitas de escaparate, del cuarto semestre, que aunque deben andar cerca de los 20 años las bondades de una vida privilegiada les da una lozanía que las hace verse como pubertas exqusitas envueltas en un fashion erótico alucinante. Cómo me río entonces de las pseudo socialonas de Tijuana, las niñas México o las niñás Progreso que viven en el puro blof y que te encuentras en la Plaza Fiesta (con papadas enormes de tanta cerveza), o que intentan ser muy cool yendo a El Turístico o al Zacazonapan, o cuyas conversaciones féminas de un glamour ficiticio puedo oír hasta en la redacción del Zeta: "Ay, ayer estaban en el restaurant todo los jóvenes empresarios de Tijuana..." !Ay, me voy a ir muy temprano mañana a la venta de Victoria Secret...". Acá está lo más fresón de lo fresón. Qué niñas. Claro, también hay que soportar a los batos; que son los que me han resultado los más mamones... bueno, es más, ni siquiera eso. Más bien los veo apáticos, indiferentes, guevones. Y qué puercos. Hay que verlos en los baños que abundan por toda la escuela, y te das cuenta que igual no se lavan las manos después de mear y que cagan igual pudredumbre que cualquier naco de Ciudad Neza o la Merced (o del Florido o el Mariano para que más se ubiquen). Claro que si pudiera entrar al baño de las mujeres, mi percepción sería diferente ante cualquier circunstancia. Daría rienda suerte a mi fetichismo, a mis fantasías y perversiones, !vaya! a mis puñetas mentales pues. Bueno, pero regreso a ese cachito de cielo que es mi clase de Teoría y Técnica de la Entrevista, en donde por supuesto que para un buen de niñás de psicología soy un bicho raro sujeto a un buen psicoanálsis, para otras, parafraseando a Carlos Salinas de Gortari, "ni ven ni me oyen"; pero con dos o tres, por supuesto, hay una empatía que puede derivar en toda una gama de "involucramientos". Mientras tanto, frente a mi computadora, está la ventana que me permite ver los inmensos y verdes pastos de la Ibero, donde desperdigadas veo a las morritas-chavitas-jainitas con sus nalguitas mirando al cielo, en esas benditas endiduras de la entrepierna de donde parecen brotar cánticos que le gritan a los dioses que también en la tierra hay ángeles. No quiero regresar a Tijuana. Por lo pronto.

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