14.12.07

en el invierno pasado continuabamos con nuestras largas travesías nocturnas, salíamos como niños de la noche a asaltar las calles de la ciudad, las carreteras, la autopista; siempre encontrábamos recovecos donde huir de todos y todo y ser sólo para nosotros, para nuestro desenfreno, los vicios, nuestra frenética manera de andar por la vida. En algunas ocasiones teniamos la ocurrencia de meternos a esos terrenos baldíos en donde venden arbolitos de navidad, nomás, por ociosos, caminábamos entre los pinos de todos tamaños, aspirábamos su aroma, si algún vendedor se acercaba simplemente le seguíamos la onda, nuestra felicidad era tener por ese instante nuestro pedacito de bosque. Ella -como era su costumbre- tocaba con sus dedos las hojas de los pinos, con mucha delicadeza las palpaba, las sentía, las olía, como una hada de la naturaleza conectada con el espiritu encerrado en esos troncos. En alguna que otra ocasión arrancamos algunas hojitas de pino para combinarlas con la mariguana y hacer unos cigarritos que sabían un poco a "pinol" pero que le ponían más variedad a nuestra paquechez. Hoy el invierno está más helado, a veces hasta cruel, yo camino y camino, doy vueltas y vueltas, voy y vengo por un piso frío donde ya no me acompañan sus pasos cómplices, sus amados pasos, ya no hay más noche interminable...

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