26.2.07




La HoGuErA de las VaNiDaDeS

--"¿Qué tú no cubres espectáculos?", le preguntó una reportera a otra. "Esto es un espectáculo", le respondió aquella atinadamente.

En efecto, lo de la noche del 30 de noviembre era un "show", donde la estrella fue Jorge Hank Rhon. Al que ovacionaban, al que le hacían vallas, al que todos querían tocar, saludar, o por lo menos ser captados por su mirada.
Con la ceremonia de la toma de posesión como Presidente Municipal de Tijuana, culminaba el capricho más reciente del hijo del Profesor. Qué mejor que darle gracias a Dios y ser bendecido para su futuro inmediato. Eran las siete de la noche y en la nueva Catedral se celebraba una misa luctuosa y hasta ahí llegaba el sonido desde el otro lado de la acera, en la explanada del Palacio Municipal, donde "El Jarocho", locutor de una radio grupera, gritaba: "¡Esta será una noche histórica! ¡Hasta que el cuerpo aguante!". Los ánimos todavía estaban congelados en los cerca de mil priístas hasta entonces ahí reunidos. Abundaba el rojo en las carpas que cubrían los puestos de tacos, pizzas, flanes y hot dogs. Mientras tanto en la Iglesia iban arrivando políticos y amistades cercanas a Hank. Abundaba "la gente bien" cual misa dominical en la Iglesia del Espíritu Santo de la Chapultepec o la del Carmen en la Colonia Cacho. Abrigos y suéteres rojos sobresalían en la vestimenta. Esperaban a Hank pero éste quiso darse el primer "baño de pueblo". "¡Ya rompió el programa!", expresó un funcionario, "¡el maldito chino!", culpando seguramente a William Yu, director de Relaciones Públicas del Ayuntamiento.

Jorge Hank arrivó al estrado de la explanada del Palacio y sin pronunciar palabra alguna sólo se dejó ver, ovacionar y posar para las primeras fotos.Y de ahí a pie por el camino oscuro de las oficinas de Gobierno a la Iglesia. Claro, con un buen séquito de guaruras camuflajeados, reporteros, y partidarios de toda clase. "¡Ya, para qué lo siguen!", protestó una adolescente. "¡Para qué vamos, va a misa!", le injería una doña a otra. Aun sin concluir la misa anterior, Hank y todo el séquito fueron conducidos a la parte lateral y luego al traspatio de la catedral. Ahí fue entrevistado por algunos reporteros, y saludado de mano por todo aquel que lograba acercársele: "Te saludó... no te laves la mano", "y qué tal si fue a orinar...", "Ahí anda un revivido del ¡octavo ayuntamiento!...", "...trajeron a más 'chilaquiles' para la seguridad..", "...con esas chamarritas parece que se dejaron venir 'Los marlboros'", "...le van a sacar 'el chamuco' al ingeniero". Comentarios de todo tipo iban y venían.Apenas al atravesar la puerta de la Iglesia se dejaron oír los aplausos y gritos para Hank. "Preparar los caminos de Dios...", se arrancó el coro y la sui géneris misa iniciaba.

El alcalde electo y su esposa se sentaron en la segunda fila, y poco a poco fueron rodeados de sus hijos, madre y hermano, familiares y, claro, guardaespaldas, bien armados bajo los largos abrigos. "Daré un pensamiento breve, no me toca a mí hacer una reflexión mayor", pronunció el obispo Rafael Romo Muñoz e instó al munícipe y sus funcionarios a servir a la comunidad, con vocación: "Vienen aquí a pedir por su purificación, a pedir perdón por todos sus pecados". Hank permanecía como ausente, inmutable, ajeno a toda culpa. Muy católico Hank, y muy católicos algunos reporteros que aun con la cámara en la cara, enfocando, seguían los cánticos religiosos y los rezos. El cuadro era muy particular. Los fotógrafos todos trepados en el púlpito, a un lado del padre, cerca del coro, codo a codo con los santos. Los más inadaptados eran los guaruras, sin saber qué hacer durante la sesión litúrgica. Un par de ellos bromeaban a la hora que pasaron a pedir la limosna: "Ahí va lo de los dos", dijo uno arrojando broncamente un dólar. Las cámaras fotográficas permanecían siempre atentas a cada pestañeo del candidato electo. Pero de pronto los flashazos fueron estruendosos y sincronizados, había que captar a Jorge Hank como quizá nunca se le vuelva a ver: hincado. Claro, en este caso cumpliendo con el ritual cristiano.A la hora "de dar la paz" todos querían hacerlo con Hank. Hubo quien lo logró así estuviera en la última fila. A la hora de las hostias no comulgó y al final se dirigió con todo y familia a una pequeña capilla en donde le fue imposible permanecer ante el acoso de la prensa. La ceremonia concluía con los cantos del coro: "... yo soy el pan de la vida...".
*
Literalmente era una alfombra roja la que se tendió desde la avenida del Puente Independencia a la explanada del Palacio Municipal. Aunque muy angosta, era lo suficientemente amplia para permitir el paso de uno por uno de los funcionarios y miembros del cabildo del nuevo Ayuntamiento. Edecanes de rojo entregaban rosas rojas a las damas. La hoguera de las vanidades producía sus primero estragos. Un joven bien trajeado reclamaba por teléfono: "Ahorita pasaste y no me saludaste... Yo no tengo tu cargo. Tú eres más importante, siempre lo has sido". Bajo el mismo cielo de los priístas, también pasaron algunos tristemente célebres panistas: Jesús González Reyes, Eugenio Elorduy, José Guadalupe Osuna Millán, Francisco Vega, Héctor Osuna Jaime. Al borde de la euforia un viejo gritó: "¡Ahí viene el jefe... ¡Hay viene el jefe!". Ni falta hace aclarar que era Hank enfundado en su camisa azul pastel y abrigo café. "Ya saludé a medio mundo", presumía una señora de alguna colonia popular. Aunque ubicados en las sillas de la primera fila, los panistas referidos quedaron prácticamente sepultados ante el resto de concurrentes y periodistas de pie bajo el entarimado donde ya se iniciaba el protocolo.

Presidente Municipal y regidores entonaron de pie el Himno Nacional. Después hicieron lo mismo con "El canto a Baja California" y ahí sí, era claro que Hank no se sabía la letra, intentaba seguirla y sólo atinaba a balbucear... 'Baja California'. De repente tosía o bebía agua para salvar el trance. Abajo, Carlos Barboza, dirigente del PRI municipal, seguía cada paso del patrón. Su rostro tenía un raro mutis y sus ojos muy rojos. Para el joven dirigente han sido muchas emociones en muy pocas semanas. Salvo algunas trabadas de lengua del nuevo edil, protocolo y discurso transcurrieron sin mayor novedad. Hasta que de repente, la noche más gélida del año se calentó. Y de qué manera. El hasta entonces todavía secretario de Gobierno, Luis Alonso Morlett, fue interrumpido abruptamente por el regidor Raúl Castañeda Pomposo a la hora que aquél iba a dar a conocer la terna propuesta para elegir al nuevo secretario. Por su parte, el representante de la fracción panista, Raúl Soria Mercado, protestó: "Si así quieren empezar, violando la ley, adelante". En medio de dimes y diretes, Morlett no atinaba a quién obedecer; se sentía confundido, desprotegido, abandonado; muy lejos del poder y de su séquito; muy lejos de Chuy González sentado y oculto muchos metros atrás. El pleito dio para un buen rato, para regocijo del público, que aprovechó para lanzar todo su odio a los panistas salientes. De las típicas rechiflas pasaron al insulto llano: "¡Fuera! ¡Fuera!" "¡Ardidos! ¡Ardidos!" "¡Bájenlo! ¡Bájenlo!" "¡Quiere llorar, quiere llorar!" "¡Burroooos!" "¡Ya no queremos más PAN!" "¡Nos quitaron los taxis!".En cambio, como buenos mexicanos, todo el afecto era para el nuevo ungido: "¡Arriba Hank! ¡Arriba el próximo gobernador!" "¡Tú vas a ser gobernador! Y hasta un "Te queremos, Jorge!". Y el nuevo alcalde permanecía inmóvil, con la mirada perdida, supuestamente indiferente ante la gresca y desentendido de la farsa para nombrar a Fernando Castro Trenti secretario. Sólo cuando un priísta debajo de él le gritó a bocajarro "¡ánimo ingeniero!" el susodicho esbozó una mueca que quiso ser una sonrisa efímera.La ceremonia prosiguió y cada vez que se nombraba a Jesús González Reyes o Eugenio Elorduy, las bullas y rechiflas retumbaban en todo el cielo de la Zona Río. El rostro del gobernador se tornaba colorado y se inflamaba de impotencia; mientras que el ex alcalde levantaba la cabeza por encima de la gente, fingiendo demencia y aparentando toda su atención en lo que sucedía arriba del estrado.

Y llegó la hora de Hank. Haciendo suyo el estilo campechano de otros dijo: "Nomás denme chance de hablar, si no me voy a hacer paleta aquí. Denme chance y nos la echamos rapidito".Agradeció la presencia del obispo: "Como decía mi padre, a lo mejor no todos somos católicos, pero todos somos guadalupanos".A fuerza de derrochar simpatía hasta el ex alcalde Chuy González soltó la carcajada: "¡Ya hasta se me congeló la mano!", había dicho el priísta.La ceremonia concluyó y ahora sí, más que nunca se notaron los diferentes destinos. Los priístas se fueron hacia el interior de "su nueva casa" donde los esperaba una elegante cena. Y los panistas corrieron, pues lo que querían ya era desaparecer de ahí hasta sus autos. Chuy González, fue prácticamente llevado a cuestas por cadetes de le Policía. Algunos decían sorprendidos: "¿A dónde se lo llevan? ¿Ya? ¿A encerrarlo?"
*
Entrar a la cena privada al interior de Palacio fue prácticamente una proeza. Después lo fue salir.Franqueadas todas las puertas, los guardias de plano aseguraban que ni algunos de sus jefes habían podido entrar: "Es vigilancia del Hipódromo". En el colmo de los casos hasta Jorge Hank tenía prohibido el paso. Un fotógrafo tuvo que intervenir: "¡Hey, él es el ingeniero!".Más de 90 mesas no se dieron abasto para el sobrecupo. Mucha gente hubo de permanecer de pie. La fiesta no fue tan "vip" pues aparte de priístas, empresarios de todo tipo de giros, reporteros (cada uno sentado con su priísta favorito); había toda clase de colados, sin faltar los viejos priístas "de medio pelo", enmohecidos que ya podrán morir en paz. La cena llevaba transcurrida más de una hora y Hank aún no lograda terminar su sopa de entrada. La gente no dejaba de acudir a su mesa. La gente iba y venía empujando a los suertudos ya sentados. Ir al baño era una proeza. Grandes mantas en tricolores estaban prensadas al suelo a manera de un inmenso mosquitero. Algunas hasta se quemaron al estar junto a los reflectores. Pero cualquier riesgo era poco. Lo importante era estar ahí, con el ungido. En el aquí y ahora de un México sin memoria. Afuera la fiesta continuaba y se consumían las últimas fritangas. Al pueblo lo que es del pueblo.

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